"El Garrote", la villa marginada de Tigre
- Livia Drusila Castro Jiménez
- 20 may 2019
- 3 Min. de lectura
“Somos un barrio olvidado”


Ni agua potable, ni cloacas, ni asfalto en las calles, y esto a pesar de la orden judicial que en 2016 dictaba que estas condiciones violaban los derechos humanos de los habitantes de la villa El Garrote.
Pasando las vías del tren de la costa, encontramos la desidia y decadencia a orillas del río Luján. Un vertedero a cielo abierto del que el gobierno de la provincia y la municipalidad no quieren saber nada.
A menudo sus habitantes se ven a afectados por diferentes tipos de enfermedades infecciosas, así como por diferentes parásitos, ya que el agua que beben no está tratada, y las condiciones higiénicas en el barrio son nefastas. Montones y montones de basura por todos lados, y al fondo ¿qué vemos? Una excavadora que en lugar de quitar la tierra contaminada y poner encima tierra limpia, echa todo encima del suelo contaminado, una solución de corta vida, si es que se puede calificar como solución.
Pasear por sus caminos de tierra es complicado si no te quieres llenar los pies de barro. Por el camino puedes encontrar de todo, desde tachos de basura que tienes que ir esquivando, hasta caballos, patos, perros y gatos en las peores condiciones, muchos de ellos malheridos.

Yamil, de 23 años, nos acompañó en nuestra travesía por el barrio, cuidando de que nadie nos intimidase ni nos dijese nada. Porque, para todos los que me leéis desde España y todavía no sabéis lo que es una villa, os explico que son barrios caracterizados por la proliferación de viviendas precarias y en los que, no es recomendable entrar solo, si no vives allí o no conoces a nadie, y mucho menos con una cámara de fotos en la mano.
La delincuencia y el tráfico de drogas son su principal actividad económica, y esto es la consecuencia directa de la negativa por parte las instituciones y el gobierno de ofrecer salidas laborales a sus habitantes para reinsertarlos en la sociedad.
Susana y Pedro, nos abren la puerta de su casa y nos cuentan lo difícil que es para ellos criar a sus hijos en esas condiciones. Yo aún tengo los pelos de punta. Ellos dos, junto con algunos chicos más forman parte del programa que la ONG “Proyectar” está llevando a cabo para regenerar el suelo de la villa y poder reciclar toda la basura que inunda los alrededores y que descansa sobre la orilla del río.

No siento pena por ellos, porque los admiro, admiro como a pesar de todas las dificultades que tienen consiguen siempre encontrar una salida para seguir adelante, sea cual sea. Siento rabia. Rabia e impotencia, por aquellos que sí tienen en su mano herramientas para combatir la pobreza y no las utilizan. Lo único que hacen es llevar a cabo “medidas tapadera” para que el público les aplauda la función.
No se trata de construir viviendas en el Garrote y achacar a que los chavales las destrozan. Se trata de construir una educación cívica. Se quejan de que tiran la basura por el inodoro, ¿cómo queréis que sepan que hay que tirarla al cubo de basura si nunca nadie les enseñó a hacerlo? Si nunca nadie les explicó lo que pasaba al hacer eso.
¿Cómo queréis que se comporten cívicamente si en la entrada al barrio hay un cartel en el que pone “callejón sin salida”? Y detrás de ese cartel se esconden miles de historias, más de 900 familias, llantos y gritos de guerra que emanan realidad. Y sudor.

Esto es Tigre, y no las islas. Esta es la realidad por mucho que la quieran esconder con carteles que mienten y muros que segregan a la población. Esto es Argentina y así seguirá mientras sigáis preocupados por el dólar y la inflación y no por luchar por una sociedad más justa e igualitaria en la que haya cabida, para todos y para todas.
Gracias Garrote por recordarme una vez más cuáles son las metas que tengo que lograr en mi vida por y para con los demás.
Argentina me llenas de ganas para perseverar.
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